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Estoy en la semana final de un año como ningún otro.

No importa si estaba sentada en una acera en Cuba, comiendo gelato en el aeropuerto de Roma, en un bus camino a Belgrano, cruzando el puente con mis chamas en Budapest, perdida en el metro de Singapore, en bici por la Candelaria, viendo el atardecer en Playa Arica, sin aliento caminando por Cuzco, reencontrándome con las callecitas de Venezia, meditando en Rishikesh, abrazando a mi amiga en Madrid, caminando El Camino, de copiloto entre Viña y Valparaiso, comiéndome las 12 uvas en Ericeira, pintando en una casita como la de Heidi en Wenns, mojando mis pies en el Ganges, paseando scooter en Rawai, viendo El JEFE de los atardeceres en Istanbul, comiendo taquitos en un mercado del DF, escuchando el canto de los mantras desde mi estudio en Kathmandú, con los piecitos en la arena de Albufeira, desayunando en un balcón de Barcelona, echando a las hadas en Zurich, sin habla por la belleza de Islandia, abrazando a mis chamas en Praga... todos ellos entre muuchos muchos otros, fueron momentos que juré nunca olvidar, y la lista es interminable.

Momentos del que estaré agradecida por siempre.

Que me enseñaron cómo vivir de verdad.

Que estarán tatuados por siempre, pase lo que pase.

Lo que empezó con un reto personal, una "batuqueadera de mata", una pausa en el camino, un "paren el mundo que me quiero bajar" se convirtió en una nueva vida, un "rewired" de mi mente, de mis reacciones, y de lo que consideraba importante.

El año se acaba siendo sólo un comienzo, desde cero y con todo lo que necesito. Regreso llena de tanto que me han dado. Tipo parches de girl scout que me han puesto y que no se compran en ningún lado. Bien consciente que regreso a donde todo va a ser nuevo, aunque siga igual.

Y la verdad estoy lista y feliz por volver, regreso a construir y probar qué tan fuerte, es este nuevo traje que llevo puesto.

Todo el mundo debería hacer algo como esto, en algún momento.

Nos vemos pronto.

C