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CAMINANDO

Cuando me entero que Mónica, mi amiga del colegio vivía en Santiago de Compostela, fue así como 10 segundos de silencio absoluto en mi alma. Donde no podía escuchar nada, pero lo sentía todo. No tuve ni que tomar la decisión. Era una vaina mas grande que yo, y simplemente calculé cuántos días podía caminar, porque ya tenía unos pasajes comprados para después, de esos que no se pueden tocar porque se pierden los reales.

Entonces me puse las botas y empecé a caminar lo mas que pude en una salida. Hice 16Km sin morral (que es lo mínimo por día que se recorre durante el camino) y me sentí bien. Me fuí al Decatlón q es como el Ikea deportivo de Europa, compré un par de cositas y listo.

Dos días después, Moni me dejó en el Camino y arranqué.

La verdad es que estaba un poco nerviosa porque no sabía que encontrar, dónde dormir, qué comer. Algo que tenía tiempo sin sentir!!

Lo único que tenía, era la convicción de que era algo que quería hacer y no tenía ciencia: Sólo hay que seguir la flecha amarilla.. o esta cosa que es como el símbolo del camino... y de verdad, no hay pérdida.

El primer día caminé sola. Me llovió, me sentía como una loca con el palo de apoyo, que pronto me di cuenta de lo útil que es... los momentos de soledad eran preciosos, míos, diferentes. Todo se sintió muy natural: Caminar.